El abuelo es una figura clave en ella. Un personaje recurrente en su conversación y en su vida. Su otro gran ícono es Joaquim María Machado de Assis. Y una amiga grande y entrañable, Clarice Lispector. Estas tres personas no están. Ya fallecieron. Pero en los recuerdos de la escritora brasileña Nélida Piñón, de 74 años, siguen estando. Han sido y son fundamentales para la novelista, una autora fiel a los afectos y, según refiere, devota de la amistad.

Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2005, Piñón domina varios idiomas, pero escribe en portugués, al que describe como una genuina pasión en su vida. “Hay un gran amor entre el portugués y yo. Él confía en mí. No hay traición posible”, anota la narradora, de ancestros gallegos, asentados en Brasil.

“Te voy a contar algo”, dice, como preparando a su interlocutora para una confesión. Y enseguida, con su español de acento portugués, comienza la historia: “No sale de mi cabeza mi abuelo tomando un barco con 12 o 13 años, asustado, sin nada, que se aventura a venir a Brasil. Él es una figura esencial en mi vida y yo soy fiel a su aventura”. Con esa frase contesta el porqué escribe siempre en portugués. “Soy de una gran fidelidad y merezco que la gente sepa que amo a Brasil”, relata. Y a partir de ahí establece una especie de complicidad. “Ustedes tienen un pan maravilloso”, dice, evocando el desayuno de la mañana en un hotel de Quito. Y en todo momento su rostro se muestra afable.

Publicidad

Usted se describe como fiel al idioma portugués. En su literatura, usted también es fiel a la memoria. ¿Cómo trabaja ese elemento?
Ningún escritor puede existir sin la memoria. La memoria habla todo el día. Sin la memoria no tienes qué contar. Pero, además, la memoria te traiciona mucho, no te cuenta todo lo que sabe.

Usted ha dicho que el lenguaje es el feudo del escritor. ¿Cómo se apropia de él para construir sus universos narrativos?
Somos herederos del lenguaje. El idioma está asociado al imaginario. Heredas el idioma, haces utilización de él, pero cuando escribes debes dar a ese idioma una trascendencia, una dimensión poética. La marca del lenguaje permite que tu texto exista, que gane un efecto ilusorio. No basta tener un lenguaje. El lenguaje tiene que convencer al lector de que es verosímil eso que se está contando. Debe ser persuasivo.

¿Cómo se da cuenta de que el lenguaje, en su texto, ha llegado a su más lograda expresión, que será para el lector verosímil y persuasivo?
Soy una escritora a tiempo integral. Está en mi naturaleza. Amo, vivo. Hago todo. Hay una adhesión a la vida. Yo no separo la manera de mirar que busca una transfiguración y mi cotidianidad.

Publicidad

Durante un diálogo que mantuvo con el escritor Javier Vásconez, usted afirmó que la mujer aún es invisible y el portugués también. Pero Brasil, su país, tiene una mujer como presidenta de la República. Ya no es tan invisible, por tanto.
Pero aun así, lleve en cuenta que es un proceso en curso. Aún falta. La importancia del movimiento feminista desde la década de los sesenta ha sido extraordinaria. La mayor revolución que ha habido en el siglo XX es la revolución de la mujer, porque no hubo derramamiento de sangre y sí mejorías, y ella está cediendo un territorio al hombre, que es su casa. Los hombres no soportaban el hogar después de la muerte de la mujer, porque no tenían casa. Ellos delegaban para poder tener libertades fuera. Entonces, cuando ella se iba, era una desesperación, porque no tenían territorio. Ahora yo veo que los hombres cuidan la casa, se dividen tareas.

¿El feminismo, entonces, ha beneficiado a los hombres?
Muchísimo. Si no, no hubieran resistido. La importancia del feminismo es que instauró cambios, alteró lenguajes, alteró legislaciones. Son cambios que se produjeron a raíz del movimiento feminista. De tal manera que las jóvenes brasileñas dicen ahora que no entienden el movimiento feminista. Y claro, son unas tontas, porque no se dan cuenta de que ellas son herederas de ese movimiento. No se dan cuenta de que si ganaron, no ganaron todo. Hay conductas actuales que no son libertarias. El mercado del cuerpo, por ejemplo, no creo que contribuya a la dignidad de la mujer.

Publicidad

¿Qué hace falta para que la mujer alcance una real libertad?
Eso viene despacio, por la propagación de una nueva conciencia.

En su libro El pan de cada día usted habla de libros que fueron sus amantes y amigos: El Quijote, Crimen y castigo, La Iliada y otros. ¿Son sus maestros?
Pero no solo esos. En Brasil, el escritor más notable es Joaquim María Machado de Assis. Hay un busto de él y cada vez que paso por el lugar, le hablo. Ahora lo tengo que hacer con discreción. Hay gente que está esperando para ver cómo hago. Siempre digo una frase: “Si Machado de Assis existió, Brasil es posible”. Es una cosa extraordinaria: mulato, tartamudo, epiléptico, autodidacta, pobre. Todo contra él, pero hizo una obra absolutamente monumental. Una vez estuve de jurado de un premio junto con la escritora estadounidense Susan Sontag, una mujer muy difícil. Éramos vecinas en el campus y luego de las discusiones hacíamos un break. Le pregunté si conocía a Machado de Assis. ¿Quién es? me contestó. Le conté. Le dije, mira Susan, Machado de Assis es tan importante como Flaubert o Sthendal. Es uno de los grandes autores de la segunda mitad del siglo XIX. Ella se quedó absolutamente impresionada.

Usted tuvo una gran amistad con la escritora brasileña Clarice Lispector. ¿Qué ejemplos tomó de ella para su obra literaria?
No lo sé muy bien. Quizá luego conteste distinto. Pero soy una mujer a la que cada día le parece importante el afecto, la amistad. Yo soy una enamorada de la amistad. El afecto redime. Tengo, por ejemplo, una fidelidad grande a la literatura. No quiero conectar mi nombre a un texto que se produzca con liviandad. Con Clarice tuvimos, yo sabiendo de su talento excepcional, una confianza mutua. Fue un encuentro muy raro de dos creadoras con distintas formaciones pero que se reconocieron.

Usted tuvo un silencio literario desde finales de la década de los noventa hasta principios del 2000. En ese periodo no publicó. ¿A qué se dedicó en esa etapa?
Produje mucho y tengo todo en mi casa. Hice clases, cátedra en grandes universidades. Desarrollé experiencia y consolidé un magisterio, una visión crítica de los libros. Viajé demasiado. Viví demasiado. Y también fue una reflexión profunda de la vida que yo estaba teniendo como brasileña.

La autora
Nélida Piñón nació en Río de Janeiro el 3 de mayo de 1937. Es miembro de la Academia Brasileña de las Letras, de la que fue su presidenta en 1996. Se convirtió en la primera mujer que presidió la institución.

Publicidad

Entre sus obras figuran La República de los sueños, Tebas de mi corazón, Voces del desierto y Dulce canción de Caetana. Obtuvo el Premio Juan Rulfo en 1995 y el Príncipe de Asturias en el 2005.