Repara en el hecho de que a las actividades culturales en Guayaquil se las llaman “eventos”. Y para el director artístico español Ramón Barranco esta forma de denominar aquí un programa tiene sentido, ya que, como la palabra lo señala, son actos que en esta ciudad suceden de manera eventual, sin continuidad y constancia. Esa ha sido por lo menos la realidad de los últimos treinta años, manifiesta. Lo sabe porque lo ha indagado.

Este español de voz pausada y grave, y afecto al cigarrillo, que reside en Guayaquil desde hace pocos meses, aspira a revertir esa situación desde el cargo que ahora ostenta: la dirección artística del Teatro Sánchez Aguilar, una entidad que se construye, por iniciativa privada, en el km 1,5 de la vía a Samborondón, frente al c.c. Las Terrazas, y cuya inauguración está prevista para mayo próximo. Se levanta en un área de 24.000 metros cuadrados. Contará con una sala principal, con capacidad para 950 personas, y sala una experimental, la Zaruma, para 150, a más de una cafetería.

Kiblos, la empresa que Barranco dirige junto con su socia, la francesa Marion Ecalle, también radicada en Guayaquil, es la encargada de poner en funcionamiento el teatro, con una programación que él señala será continua, estable y de dos vertientes: una nacional y otra internacional y que, según sus palabras, transformarán al Sánchez Aguilar en una entidad viva, en un lugar para disfrutar, para conocer, y al espectador, en partícipe de “una experiencia vital”.

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Refiere que una de las misiones y objetivos de la Fundación Sánchez Aguilar -entidad creada por el empresario y filántropo Carlos Sánchez Aguilar-, que tiene 22 años de servicio y es la gestora de este teatro, es la educación. Y él ha tomado muy en cuenta estos aspectos al momento de vincularse a este proyecto, que es uno de los más grandes que ha dirigido hasta ahora y que cree dinamizará la vida cultural de Samborondón, donde está ubicado, y de Guayaquil. La idea es que esa eventualidad, que hasta ahora ha sido la tónica en este sector del país, desaparezca.

Barranco, que llegó por primera vez a América Latina en 1999, cuando asistió a un festival de artes escénicas en Salvador de Bahía, Brasil, y que tras esa experiencia no ha dejado de visitar este continente y de acudir a los festivales teatrales que se realizan en diversos países, anota que lo primero que hizo luego de tomar contacto con la Fundación Sánchez Aguilar, fue tratar de hacer un estudio del estado de las artes escénicas de Guayaquil y del Ecuador y de los hábitos culturales de los habitantes. Pero se encontró con que no había estadísticas.

Comenzó por visitar grupos, por recorrer salas, teatros y ciudades. Y luego de ese tránsito, tiene claro, refiere, que aquí hay mucho por hacerse. “El Ecuador está viviendo un momento en que todo esto va a despegar mucho y a mí eso me parece apasionante”, relata este director artístico, quien especifica que su especialidad es la programación y producción –no la dirección teatral–, actividades en que se ha desempeñado a lo largo de su amplia trayectoria.

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Relata que por su concurrencia a festivales latinoamericanos y europeos, había visto el trabajo de tres compañías ecuatorianas que se han presentado en aquellos espacios: Malayerba, La Trinchera y Muégano, y el de la actriz Rossana Iturralde. Y conocía, asimismo, al director Jorge Parra. Pero anota que en sus andanzas por Guayaquil y el Ecuador se ha llevado algunas sorpresas.

Sostiene que ahora ya conoce bien a los grupos nacionales y que a lo mejor seguirán apareciendo otros que hasta ahora no ha visto. Con este bagaje de información, se ha lanzado a preparar una programación, en la que se dará un espacio destacado a los trabajos locales, porque, y vuelve a mencionar los objetivos de la Fundación, la finalidad es colaborar con la cultura. Señala que los grupos no tendrán que pagar por acceder a estas salas, sino que trabajarán con porcentajes. El teatro aportará la infraestructura y su equipo humano de apoyo. En otros casos hará también coproducciones. Cita a Daemon, la compañía del director Jaime Tamariz, como una de las entidades con las que hará coproducción en esta fase inicial. Sostiene que el teatro estará abierto a una diversidad de iniciativas y propuestas y que el único requisito será la calidad. Una calidad que será evaluada desde su punto de vista de director artístico.

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Y como no hay estadísticas de los hábitos de consumo cultural en Guayaquil ni en Samborondón, si el teatro va a tener o no un público vasto, nadie lo sabe. “Tendría que tener una bola de cristal en las manos para eso y no la tengo, aunque yo creo que puede haberlo. Hasta los datos que tengo, en Guayaquil nunca ha habido, o al menos en los últimos treinta años, una programación muy estable”, comenta Barranco. Lo que sí tiene en sus manos, por el momento, es la posibilidad de trabajar en una oferta de artes escénicas. “Nosotros debemos ser capaces de ofrecer una programación variada, dirigida a muy diferentes públicos, donde todo el mundo se pueda ver representado”, indica este hombre de barba cana y arete en la oreja izquierda.

Indica que para la sala principal, tiene lista el 95 por ciento de la programación. Para la pequeña está cerrando acuerdos. Lo que está totalmente definido es la forma cómo se inaugurará el teatro, en mayo próximo. Será con una panorámica de todas las artes que tendrán cabida en el lugar: teatro, danza y música. Sumarán seis semanas inaugurales. Cada una con programación distinta. Y de allí en más, una cartelera que incluye, anota Barranco, la ópera Casanova, en octubre, con John Malkovich, y otras propuestas, en diferentes meses, como el Ballet de Jazz de Montreal, o un espectáculo internacional dedicado a Chéjov.

Datos
El primer espectáculo que se presentará será la obra de teatro argentina titulada Estado de ira.

También dentro del ciclo inaugural, que comprende seis semanas, se presentará la obra de teatro musical Cabaret, versión ecuatoriana.

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La Orquesta Sinfónica de Guayaquil participará en los espectáculos de apertura.