La Asociación de Escritores de Béisbol de América (BBWAA, por sus siglas en inglés) no eligió a ningún jugador para que ingrese al Salón de la Fama en el 2021. En la lista de candidatos estaban peloteros de brillante actuación, con importantes marcas y números.

Para ser inmortalizado hay que obtener porcentaje mínimo que es el 75% de los votos. El excerrador de los Yankees de Nueva York, el panamerño Mariano Rivera, fue elegido de forma unánime en el 2019. El del año pasado Derek Jeter, exparador en cortos de los Yankees, fue designado de manera abrumadora, pero le faltó solo un voto para la unanimidad.

Esta vez se quedaron muy cerca Curt Schilling (71,1%), un lanzador de gran control que ganó Serie Mundial en el 2001 con los Cascabeles de Arizona y en el 2004 y 2007 con los Medias Rojas de Boston. Fue seis veces convocado al Juego de las Estrellas, compartió con Randy Johnson ser MVP del 2001. Completó 216 victorias y 3.116 ponches. Cuando conoció el resultado reaccionó de manera tajante y mediante una carta pidió que ser excluido de las votaciones del próximo año, en la que será su última oportunidad de ser exaltado. A Schilling lo perjudicaron sus comentarios racistas y de apoyo a asalto al Capitolio de Estados Unidos. La integridad, deportividad y carácter son principios y cláusulas incluidas en la votación al recinto de los inmortales, siendo esta una razón más para que los electores castigaran a Schilling.

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Rogers Clemens (61,6%), también pitcher al que llamaban Cohete por la velocidad intimidante de sus envíos, no ingresó. Fue en once ocasiones al Juego de Estrellas, siete veces ganador del premio Cy Young, ganó dos serie mundiales con los Yankees y dos veces fue nombado MVP.

Tampoco entró el dominicano Sammy Sosa (17%), que pasó de la gloria al olvido. Pasó de la extrema pobreza a tenerlo todo. Contó con gran talento, carisma, favorables titulares de prensa, estadios repletos para verlo jugar. Su periodo más brillante fue en 1998, cuando liberó una batalla de jonrones con Mark McGwire que paralizó al mundo del béisbol. Todo empezó a derrumbarse como un castillo de naipes cuando el 3 de junio del 2003, en un cotejo de los Cachorros contra los Rays de Tampa Bay, se rompió su bate y se descubrió que estaba relleno de corcho, lo que era ilegal. Fue expulsado y suspendido por ocho juegos. Su público perdió la fe y empezaron a gritarle insultos en los diamante. El tema se complicó más cuando fue llamado a declarar en una investigación por el uso de sustancias prohibidas. Sosa se declaró inocente. Toda esta controversia, a final de cuentas, le ha costado el ingreso a Cooperstown

El tema de Barry Bonds (61,8%) también es lamentable. Quiso elevar su nivel de competitividad y se relacionó con la empresa Balco –luego involucrada en un escándalo por desarrollar un esteroide sintético– para mejorar el rendimiento, cuando incluso ya tenía buenos números que bien pudieron ser suficientes para ser electo al Salón de la Fama.

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El Congreso de Estados Unidos investigó a muchos beisbolistas. José Canseco fue declarado culpable, McGwire no quiso rendir declaración, Palmeiro, Sosa y Bonds se declararon inocentes, pero quedaron marcados por la llamada ‘Era de los esteroides’.

Muchos de los escritores, especialmente de la vieja guardia, con corriente conservadora, reprobaron esas acciones y expresaron de manera pública que no votarían por los sospechosos de dopaje.

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Cuando Sosa, Bonds y Clemen aparecieron por primera vez en las papeletas tenían muy pocos votos, pero con el paso de los años y con la modificación de la cantidad de periodistas calificados para elegir fueron ganando votos. Pero la razón por las que hasta ahora no han sido elegidos es que estuvieron involucrados en el uso de sustancias prohibidas para mejorar la producción deportiva.

Los escritores contemporáneos los están incluyendo en sus elecciones con lo que han aumentando de manera paulatina sus porcentajes

Hay que esperar al 2022, cuando tendrán su última oportunidad de ser exaltados. Amanecerá y veremos. (O)