A lo largo de su vida Mark Twain provocó más de una controversia. La de su prematura muerte anunciada por un diario –de la que tanto se comenta– no es sino uno de los muchos episodios llenos de colorido que le ocurrieron o que él, con su agudo temperamento, provocó. Pero las polémicas parece que lo persiguen a Twain aun luego de su muerte. Esta vez se trata del anuncio de una nueva edición de su famosa novela Las aventuras de Huckleberry Finn, en la cual se va remplazar las palabras ‘nigger’ e ‘injun’ por ‘esclavo’ e ‘indio’, respectivamente. Es indudable que ambas palabras en el idioma inglés constituyen epítetos, que tienen una carga fuerte de racismo y de insulto. La primera con respecto a las personas de la raza negra y la segunda con respecto a los indígenas de Norteamérica.

También es cierto que en la novela de Twain ambos vocablos son usados constantemente. Y son usados en su forma peyorativa en boca de los personajes blancos del sur que aparecen en la obra. Entre las muchas escenas que puede mencionarse está aquella donde la tía Sally pregunta si alguien había fallecido en el reciente naufragio de una nave, a lo que Huckleberry responde “No’m. Killed a nigger” (“No señora. Murió un negro”). A lo que ella responde “It’s lucky. Because sometimes people get hurt”. (“Que suerte. Porque a veces la gente se hiere”). Una evidente y desagradable cosificación de las personas de la raza negra.

La incesante demanda de inclusividad puede justificar la censura a la libre expresión de la creatividad literaria? ¿Lo sucedido hace pocas semanas en el New York Times con la renuncia de la reconocida y polémica periodista Bari Weiss no estará marcando el rebosar de las aguas?".

Twain no era un racista, ni mucho menos. Todo lo contrario. Su vida fue un ejemplo de tolerancia racial que no dejó de sorprender a sus contemporáneos, tomando en cuenta la época que vivió. Trabajó activamente en favor de establecimientos educativos que recibían a negros en sus aulas, y hasta financiaba sus estudios Y la novela mencionada no hace, ni de lejos, una apología del racismo. Cierto que puede chocar el constante uso de los citados epítetos a lo largo de la obra, pero tomados en su contexto no es claro que no buscan denigrar a los negros o indígenas, sino al contrario a quienes los usan, tanto en la novela como en la vida real del sur de los Estados Unidos. No se equivocaba Hemingway al decir que Huckleberry marcó el giro decisivo, quizás el nacimiento de la novela estadounidense moderna.

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Eliminar los mencionados epítetos de una de las obras maestras de la literatura no va a eliminar al racismo. Probablemente lo que denota es una falta de madurez para comprender y apreciar en sus propios términos a la expresión artística. No en vano, el anuncio de esta nueva edición “políticamente correcta” de Huckleberry también ha provocado reacciones. ¿La incesante demanda de inclusividad puede justificar la censura a la libre expresión de la creatividad literaria? ¿Lo sucedido hace pocas semanas en el New York Times con la renuncia de la reconocida y polémica periodista Bari Weiss no estará marcando el rebosar de las aguas? ¿Será Tolstoi el próximo en la lista?