¡A mí darme una ternura! No pues de la ida del Correa, ¡qué dizque me va a dar eso ternura! Del Glas, digo.
Dentro de la pequeña sala en que se juzgó a Martín Pallares, llevado allí por una demanda de Rafael Correa, estuvimos (además de los abogados de las partes, el juez y el secretario) solamente doce personas, durante cuatro horas.
Quizás el coletazo de los diez años largos en que la ficción propalada por el gobierno se dio de bruces contra la realidad ocurrió cuando el vicepresidente de la República fue recibido en la Asamblea con alfombra roja, antes de que se le permitiera hablar durante cuatro horas sobre su conducta angelical y sus visiones surrealistas por medio de las cuales allí donde todo el mundo ve un desierto, él ve una refinería.
La imagen es nítida: el presidente, retomando su antiguo papel de profesor universitario, se sitúa de cara a los pupilos que llenan el aula.
A mí ¡darme una angustia por el cierre de Enfarma! Tanto que nos anunciaron que con esa empresa no solo que nunca más nos iban a faltar las medicinas, sino que íbamos a inventar unas que iban a revolucionar el mundo científico.
¿Ustedes ya están con el ánimo prendido por la campaña? Yo tampoco, francamente. Cada día sale un nuevo candidato y nosotros ni tal que se ha ofrecido.
El excelentísimo señor presidente de la República dijo que se limitarán las utilidades que reciben los trabajadores en las empresas porque su reparto es inequitativo: algunos reciben hasta treinta mil dólares y otros, nada.
Lo mejor de la Cumbre fue que, como ocurrió en Panamá, el excelentísimo señor presidente de la República no habló en inglés sino en español y por eso se le entendió todito.
Los de la tercera edad (me incluyo, pues apenas me separan pocos meses para alcanzarla) somos aguantones.
Ahora lo sabemos: el piloto salió de la cabina y al mando de la nave quedó el copiloto, un muchacho de sólida formación, aparentemente apto para comandar la aeronave.
De actuar con prepotencia calificó un funcionario del Gobierno a un canal de televisión por haber protestado ante la imposición de transmitir un programa producido en un medio gubernamental.
¡Más quejudos que resultaron los banqueros! De gana no les gusta el proyecto del Código Monetario que, visto a la distancia, les favorece enormemente.
¡Albricias! Por fin un sabio ecuatoriano ha hecho un descubrimiento que le colocará en el sitial destinado a los grandes descubridores, junto a Arquímides, Pasteur, Einstein, Galileo, madame e mesié Curie, Freud o Alexander Flemming: el papel es malo.
¡Pobre Ivonne Baki! Después de tanto esfuerzo, de tanto viaje por todos los confines del mundo, de tanto hotel de cinco estrellas, de tanta reunión con presidentes, califas, ministros y jeques, no logró reunir los fondos requeridos por el excelentísimo señor presidente de la República para que el petróleo que yace en el fondo del Yasuní se quede en el fondo del Yasuní.
Qué bueno que los académicos de la lengua le hayan sacado la lengua al linchamiento mediático y nos hayan aclarado a los ecuatorianos (y ecuatorianas) que no cabe que en una ley se incluyan metáforas.
El excelentísimo señor presidente de la República dijo, en el mensaje de asunción de su nuevo mandato, que este sería su último periodo. Y lo dijo con tal seguridad, con tal aplomo, con tal certera visión al teleprompter, que no dejó lugar a dudas.
El apuro de los ecuatorianos
Picotazos
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