Nadia Lucín no escatima esfuerzos para cumplir sus tareas diarias. Si tiene que ayudar a cruzar la calle a una persona en silla de ruedas, lo hace con el mismo empeño con el que suele orientar a algún transeúnte foráneo que busca alguna dirección o saber qué bus puede coger para llegar a un lugar.

Acompaña su firmeza con respeto, un valor innegociable, asegura, cuando se trata de pedir el retiro de algún comerciante ambulante de determinado lugar o de solicitar a la gente que acate las normas de distanciamiento social y use mascarilla, dispuestas para contrarrestar la pandemia.

Es parte de la rutina de los agentes de control metropolitano de Guayaquil, institución cuyo enfoque cambió desde que Cynthia Viteri asumió la Alcaldía y el capitán de navío en servicio pasivo Jaime Dávalos tomó la dirección de los uniformados civiles.

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Es que durante años la Policía Metropolitana ha sido cuestionada por el excesivo uso de la fuerza de ciertos agentes. Videos de aquello han sido virales en redes sociales en más de una ocasión y eso ha abonado a una mala imagen que se pretende erradicar con una política de respeto al otro.

“Debe primar la cordura a través de la imposición de la ley. Con fuerza, pero sin brutalidad”, expresa Dávalos, quien agrega que para eso ha sido necesaria una reestructuración mental y legal.

La incorporación a la entidad de la primera promoción de 12 mujeres, en febrero pasado, es uno de los componentes del giro que ha dado la institución integrada por 590 agentes.

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En el décimo segundo curso de formación que empezó en enero de este año se postularon 15 mujeres (tres desertaron) y 17 varones (todos se graduaron). Allí Lucín, de 29 años, obtuvo la primera antigüedad, la calificación más alta.

“Me siento muy orgullosa con mi trabajo, porque ayudo a la ciudadanía en lo que puedo. No solo se trata del control del espacio público, algo que tenemos que hacer respetuosamente, sino de asistir a las personas”, comenta la joven que tiene formación como auxiliar de Enfermería y prevé seguir la licenciatura en la universidad.

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Salir a las calles en el tiempo en que la pandemia del coronavirus azotaba a Guayaquil, ciudad que fue considerada epicentro de la enfermedad, no fue tarea fácil para las noveles policías, cuyas edades oscilan entre los 20 y 29 años. Hubo miedo, más aún cuando el COVID-19 cobró la vida de cuatro de sus compañeros.

No obstante, la experiencia ha sido útil para forjar el carácter, afirma Lucín, y con ella coinciden sus compañeras Odalis Nazareno, de 22 años, y Stefany Jiménez, de 26.

Al igual que los policías varones, las jóvenes acompañaron al levantamiento de cadáveres de las víctimas del coronavirus en casas y hospitales, colaboran hasta ahora en la repartición de kits de alimentos que el cabildo distribuye en sectores del suroeste y de la periferia, donde hay asentamientos aún no legalizados.

También controlan que no haya aglomeraciones en los exteriores de los mercados y supermercados. Esta labor se torna compleja por falta de colaboración tanto de los vendedores ambulantes como de quienes consumen los productos que ellos expenden, refiere Jiménez, mientras camina de extremo a extremo en la acera de la avenida 9 de Octubre entre Chimborazo y Escobedo, en el centro de la ciudad.

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Su presencia no pasa inadvertida, pues el uniforme de camisa celeste y pantalón plomo que viste resulta novedoso para quienes pasan por allí y con curiosidad le preguntan si es policía metropolitana.

Ella asiente con la cabeza y con un gesto amable que se nota en la mirada, ya que usa mascarilla como protección.

Sin interrumpir la vigilancia que cumple en la calle Pedro Carbo, a la altura del Registro Civil, Nazareno comenta que aún hay gente renuente a usar mascarilla, pese a los duros momentos que pasó Guayaquil por el COVID-19.

No falta quien responde con groserías ante el pedido de que sea más cauteloso, pero eso es parte del ejercicio de su trabajo, algo que maneja acorde con las instrucciones que recibió en la formación, dice.

Proceso de formación con expertas de Quito

Jaime Dávalos, director de los agentes de control metropolitano contó que la instrucción de las 12 jóvenes agentes estuvo a cargo de dos profesionales que trabajan en la Policía Metropolitana de Quito. La formación tuvo componentes teóricos y prácticos , en jornadas de 10 horas al día. (I)