El relevo de liderazgo en Alianza PAIS ha producido un baile de realineamientos políticos entre leninistas y correístas, que ha puesto a prueba la unidad del movimiento y su propia orientación ideológica. En este baile nadie respeta a nadie, cada quien hace sus cálculos, se acomodan, cambian de bando de acuerdo con sus conveniencias personales y según se desplace el poder, mientras el proyecto revolucionario hace agua por todo lado.

¿Alguien entiende con precisión lo que pasa? Rafael Correa acusa al Gobierno de mediocre y desleal –¡qué duro!–, se muestra dolido con las políticas que quieren diferenciarse del pasado, acusa a Lenín Moreno de alinearse con la oposición –se compró, asegura, el discurso opositor sobre la corrupción– y denuncia un reparto de entidades públicas en el que se involucra a una figura clave del nuevo Gobierno, Eduardo Mangas. Moreno responde que si es con odio no cuenten con él y critica al exmandatario de sufrir un síndrome de abstinencia con el poder. Moreno hace todo para irritar a Correa y lo ha conseguido rápidamente. Se reúne con sus grandes adversarios políticos –Nebot, Rodas, Viteri, Bucaram–, otorga un comodato por cien años a la Conaie –el desaire que más dolió a Correa–, negocia un acuerdo con la Universidad Andina, critica abiertamente el proyecto Yachay y deja que la justicia cerque a Glas… Y como si todo eso fuera poco, para rematar nombra como su asesor a Gustavo Larrea, a quien la opinión pública tiene como un hábil maniobrero político, profundamente anticorreísta, experto en generar realineamientos, como en el famoso Congreso de los Manteles.

Todo eso ha provocado colerín a Correa y a cierta militancia dura de Alianza PAIS –Marcela Aguiñaga a la cabeza, seguida de Gabriela Rivadeneira, Doris Soliz, el propio Jorge Glas y los hermanos Alvarado–, quienes creen que los diálogos abiertos rompen con las líneas ideológicas del movimiento y generan extravío político. A Moreno parece darle lo mismo reunirse con los comunistas que con los socialcristianos y los roldosistas de Dalo Bucaram. ¿Con qué criterio lo hace?

Mientras tanto, hay exfervientes correístas que se realinean con Moreno desoyendo las críticas y colerines del expresidente. Entre ellos el excanciller Guillaume Long, quien acepta un cargo en la OEA; Alexis Mera, propuesto como embajador en Washington –¿qué favores debe Moreno a Mera para hacerle semejante concesión?–, María Augusta Calle premiada a Cuba, al tiempo que nombra a Ricardo Patiño como su consejero político, mantiene a todo el equipo económico de Correa e integra su gabinete con figuras tan polémicas, tan alineadas e incondicionales al expresidente, como Paola Pabón y Rosana Alvarado, que ahora se tragan las amnistías a los dirigentes sociales encarcelados por el Gobierno al que ellas sirvieron con tanta convicción y pasión. ¿En qué ha quedado Alianza PAIS?

Algunos de sus ideólogos escribieron el plan de gobierno de Moreno con doce nuevas revoluciones para profundizar el proceso abierto hace diez años. Hoy son cantos de sirena. Alianza PAIS transita del dominio caudillista a la desorientación ideológica, los cálculos y acomodos personales, en medio de un baile de máscaras y deslealtades. Así despiden todos estos ingratos a su aclamado líder, quien ayer partió triste y dolido –¡ay!– a su exilio familiar en Bélgica. (O)