Tantas frases llenas de empatía y solidaridad circularon durante la pandemia, contribuyeron a mantener el ánimo cuando la incertidumbre y el miedo entraron en nuestras vidas paralizando al mismo tiempo las actividades en el mundo entero, algo nunca antes visto.
El dolor y sufrimiento que ha dejado esta pandemia lo conocemos muy bien, pero como si esto fuera poco, un grupo de asambleístas ha aprobado un Código Orgánico de la Salud (COS) que se opone a todo derecho y respeto, que a toda vida humana le es inherente por su propia naturaleza y además precede a toda legislación. Hemos sido testigos en estos últimos seis meses de ver y reconocer lo vulnerable y frágil que es la vida humana, y esto a todos nos debería llegar por igual. Preservar y defender la vida es lo más elemental como principio. El respeto a la vida y todo lo que a ella concierne, la educación de los hijos, la maternidad plena, el derecho a la identidad sexual y el derecho a la objeción de conciencia son la base de una sana sociedad. El golpe que hemos sufrido en pérdidas humanas y como consecuencia de esto el efecto psíquico, emocional, social y económico ha dejado un profundo pozo en el sentir de los ciudadanos, que solo el tiempo y las buenas acciones que cada uno hagamos podrán ir generando el cambio y nos ayuden a ir sanando de este gran impacto. Sin embargo, la pregunta que me planteo es: ¿acaso todas esas vidas humanas perdidas no han sido suficientes como para reaccionar y caer en cuenta que la vida humana es lo más valioso que tenemos? Esa misma fuerza, unión y espíritu solidario con que se actuó al inicio de la pandemia es la que se necesita mantener, y se deje de seguir vulnerando el derecho a la vida que a todos nos corresponde amparado por nuestra constitución desde la concepción. Esta, entre otras injusticias, querer imponer a la fuerza la objeción de conciencia de nuestro honorable cuerpo médico y personal sanitario del país que ha venido exponiendo su vida por salvar a tantos, no es posible que un grupo de asambleístas alejados de todo principio moral y ético, que no representa el sentir de este pueblo, quiera seguir imponiendo una ley inmoral. (O)
Susana B. Chávez Arce, Guayaquil