Estamos en serio peligro de extinción, y no precisamente por una pandemia. El dinosaurio se extinguió al desarrollar un gran armatoste y un cerebro cada vez más pequeño. El ser humano va por ese camino, se deshumaniza a una rapidez formidable, “un grueso caparazón de necesidades materiales, mucha técnica, y un corazón vacío”. Así lo menciona Joseph Ratzinger, ahora Benedicto XVI, en su libro La bendición de Navidad.
En diciembre aprobaron dos leyes funestas, sin corazón: a favor de la eutanasia en España y a favor del aborto en Argentina. En esta época que sigue la Navidad: nacimiento de Jesús, quien vino a dar su vida por todos. No podemos callar ni quedarnos tranquilos cuando se decide no dar la vida a seres humanos vulnerables, sin fuerza para defenderse, cuando deciden la muerte de nuestros venerados ancianos. Estemos atentos. (O)
María Soraya Valverde Jarrín, Guayaquil