“Pero qué poder tiene el dinero…”, es un estribillo de una popular canción y una frase llena de una dura realidad para todos.
No podemos tapar el sol con un dedo ni podemos girar la cabeza ante lo obvio, es doloroso reconocer que existen seres a quienes el dinero los impresiona tan drásticamente que logran cambiar su esencia, su calidad moral y sus prioridades.
Nuestros abuelos nos repetían: “El que nunca tuvo y llega a tener, loco se quiere volver”, y he llegado a la conclusión de que podríamos ampliar el dicho: “… el que tiene, jamás querrá dejar de tener, pues si lo pierde loco se va a volver”. La única manera de no formar parte de estos dichos bien dichos es entender el valor de cada centavo ganado honradamente, solo ahí podremos apreciarlo sin volvernos locos.
No debemos olvidar que el dinero puede comprar cualquier cosa material que queramos, menos la honradez, el respeto, la dignidad, el amor, la salud, la admiración; esos valores no tienen precio. No entreguemos el poder a cualquier mano, para salir adelante necesitamos gente empática, gente que entienda que las personas tienen valor, que el trabajo dignifica, que la justicia es para todos.
El valor de nuestros ancianos es su sabiduría, el de nuestros niños su inocencia, el de las mujeres su valentía, el de los hombres su fortaleza; todos tenemos valor y merecemos ser reconocidos, y es nuestra obligación moral procurar proteger a todos los seres vivos sin mirar cuánto dinero tienen. Cambiemos el “chip”. Demos poder a la dignidad, la verdad, la honradez, la humanidad y la justicia, y todos veremos llegar el dinero limpio a cada uno de nuestros hogares. Recordemos que lo que damos, recibimos. (O)
Aissa Tatiana Pazmiño Real, técnica en Marketing, Ambato, Tungurahua