Se reunían los domingos para hacer volar las cometas que les prestaban. Ahí jugaban, conversaban y exponían sus sueños de tener un mejor futuro. Era 1990 y la violencia, las pandillas, la falta de servicios básicos, el desempleo y el maltrato en el propio hogar golpeaba a familias que vivían en el Guasmo sur, donde en ese entonces sus calles permanecían con lodo en el invierno y con polvo en el verano, recuerdan sus habitantes.

Ahí nació la Asociación Movimiento Mi Cometa, que empezó a construir cometas con lo que la naturaleza les daba para alegrar y hacer volar también las ilusiones de los niños de ese entonces, que hoy continúan con el legado inculcado y que le apuestan a construir otra realidad para la comunidad, que ahora cuenta con servicios básicos y con espacios para aprender y autodesarrollarse en medio de problemas como la drogadicción y la violencia, sostienen sus actuales representantes.

La Asociación Mi Cometa, que cumplió 30 años de vida en octubre, es actualmente un espacio de enseñanza, de recreación, de formación de nuevos líderes, de voluntariado, de impulso para el desarrollo de proyectos y programas sociales (como la reparación de casas), tecnológicos, de salud y otros.

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Su sede, edificio de cuatro plantas, está ubicada en la cooperativa Mariuxi Febres-Cordero, en el Guasmo sur y su radio de acción se extiende a cinco cooperativas de la zona y alcanza a más de 5.000 familias con las que trabajan directamente, cuenta José Luis Echeverría Lara, de 35 años, actual presidente de Mi Cometa.

Él fue uno de los beneficiarios de los programas de becas educativas (recibió una en EE. UU.), proyectos y otros que salieron en Mi Cometa cuando era un niño. Tenía 9 años. A los 13 años pasó a ser miembro de la asociación por su trabajo y liderazgo que aprendió y desarrolló en este grupo, sostiene.

No fue el único. Como él, cientos de niños y adolescentes encontraron en Mi Cometa un espacio para aprender, para estar en actividades productivas y ayudar a la comunidad a resolver problemas que incluso le competían a las autoridades locales, afirma. Muchos de aquellos niños hoy siguen en Mi Cometa y otros desarrollan actividades similares en otros espacios o programas.

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Con ayuda de voluntarios extranjeros, como estadounidenses, alemanes y otros, mantienen programas considerados claves para los habitantes del Guasmo sur como la escuela de Música Clave de Sur; el programa Alumnos Sin Fronteras (con becas en el exterior y nacionales); la escuela de Fútbol Boca DX; un centro de cómputo (infocentro comunitario con internet), que actualmente da asistencia para las clases y deberes en línea, además de capacitaciones informáticas; un grupo de rap (Rap reflektion); el programa de construcción y arreglo de viviendas (más de 100 en estos 30 años), el de musicoterapia para adultos mayores y personas con discapacidad, entre otros.

La actual pandemia del COVID-19 también los limitó y frenó parte de sus planes y apoyo, como el intercambio presencial de voluntarios extranjeros y colectas económicas. También les quitó a integrantes como Martha Párraga, una de las coordinadoras, entre otros amigos y parientes.

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Pero no se quedaron de brazos cruzados, en abril comenzaron a repartir 130 kits de alimentos mensuales para las familias más necesitadas, adicional a las charlas y campañas virtuales que han emprendido para hablar del COVID-19 con expertos internacionales. Esperan que más voluntarios se sumen para continuar entregando víveres (098-598-0639 - 096-946-7458), más ahora que se acerca diciembre y esperan llegar a más hogares, comenta Echeverría.

Los programas y clases continúan, la mayoría son on-line o en línea, pero también han abierto espacio para quienes requieren ayuda presencial, como clases musicales individuales y terapias físicas.

"Es importante que la gente sepa que los problemas se pueden enfrentar de manera conjunta, por eso decidimos que no sea fundación, sino asociación para el desarrollo comunitario… Ha sido una permanente lucha, una permanente exigibilidad de los derechos de las personas que viven en extrema pobreza en el sur de la ciudad. Hemos organizado marchas, plantones, hemos sido muy creativos, protestas pacíficas y creativas para llamar la atención de las autoridades, pero al mismo tiempo hemos construido proyectos y programas de atención a los niños, a los jóvenes, a las familias…", comenta César Cárdenas, uno de los fundadores de Mi Cometa, quien dejó la directiva hace diez años, ahora solo da asesorías, pues está dedicado al Observatorio Ciudadano de Servicios Públicos de Guayaquil.

Él recuerda que todo comenzó en la esquina de la casa de su mamá, donde confeccionaban las cometas y se reunían los domingos. También, entre los primeros miembros-fundadores de Mi Cometa constan Julieta Monsalve, Walter Fernández, Walter Méndez, José Luis García, Eugenia Parrales, Diógenes Hurtado (que ya falleció), recuerdan las generaciones actuales.

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Aurora Reyes, habitante del Guasmo sur, acude a Mi Cometa para ayudar a quienes asisten al lugar. Es el tiempo que quiere donar en contribución al arreglo de su casa que le hizo la fundación.

Ana Andrade y Kenya Espinoza, en cambio, están contentas con los resultados de las clases de música y de fútbol que dan, respectivamente. Esta última es por completo de manera virtual, tres veces a la semana, por la situación del COVID-19, pues un deporte de contacto directo.

En todas las clases se aborda el liderazgo, el autoestima, la formación en valores y el conocimiento de sus derechos y realidades, agrega Echeverría. (I)