Lo que ha vivido y todavía vive América Latina, el Ecuador incluido, me conduce a evocar la clasificación que de los revolucionarios hiciera el afamado biógrafo Stefan Zweig, quien era un profundo psicólogo que penetró en el alma de sus personajes históricos. A través de las biografías de Fouche y de la reina María Antonieta, comprendemos mejor a los personajes que empujaron la rueda de la Revolución francesa. En la biografía de la reina, de tan desgraciado fin, el autor nos dice: “En la Revolución francesa, como en toda otra, dibújanse claramente dos tipos de revolucionarios: los revolucionarios por idealidad y los revolucionarios por resentimiento; los unos, mejor dotados que la masa, quieren elevarla hasta su nivel, hacer ascender su educación, su cultura, su libertad, sus formas de vida; los otros, los que la pasaron mal, quieren tomar venganza de los que la pasaron mejor”. Continúa diciendo que en la Revolución francesa inicialmente predominaron los idealistas, luego los revolucionarios por resentimiento, y en ellos el poder era demasiado nuevo para que pudieran resistir el placer de gozar abundantemente de él. Figuras de pequeñez mental, libradas por fin de una situación estrecha, se apoderan del timón y su anhelo es el rebajar la revolución hasta su propia medida, hasta su propia mediocridad mental.

Les invito a los observadores de los dramas que vive nuestra región a clasificar a los personajes que irrumpieron en la política latinoamericana, incluida la del Ecuador, en las últimas décadas.

Creo que es el miedo el principal motivo que mueve a los dictadores de Venezuela y Nicaragua a defender su poder: miedo de rendir cuentas, de ir a la cárcel como Lula, como Glas y ser llamados a comparecer ante la justicia como Correa, como Kirchner.

Podrán determinar si hubo revolucionarios movidos solamente por el ideal, con total desprendimientos de mezquinos intereses personales. Si hubo otros que actuaron por resentimiento, se enriquecieron de la noche a la mañana y abusaron de su poder para perseguir a sus críticos. De esta manera, podremos explicarnos la ferocidad con la que se aferran al poder los dictadores que actualmente riegan de sangre las pampas venezolanas y las ciudades nicaragüenses. Creo que es el miedo el principal motivo que mueve a los dictadores de Venezuela y Nicaragua a defender su poder: miedo de rendir cuentas, de ir a la cárcel como Lula, como Glas y ser llamados a comparecer ante la justicia como Correa, como Kirchner.

En los casos más acuciantes, los de Maduro y los Ortega, el Gobierno del Ecuador tiene doble responsabilidad. En Venezuela, por haber apoyado la convocatoria de Asamblea Constituyente para desconocer a la Asamblea Legislativa y por favorecer y reconocer la reelección fraudulenta de Maduro. En Nicaragua, porque su canciller, la señora Espinosa, proclamó como revolucionarios símbolo a Ortega y su esposa y vicepresidenta Rosario Murillo, y porque no tomó acciones para ayudar a detener las matanzas, que en apenas tres meses han cobrado las vidas de más de trescientos luchadores por la libertad. Leo esta mañana que, por fin, el Ecuador se ha sumado a una declaración de trece países contra la represión. Ahora se debe, principalmente en la OEA, apoyar acciones para conseguir elecciones anticipadas, que parece la única salida posible para que cesen los diarios asesinatos. Elecciones en Nicaragua, elecciones en Venezuela, para que haya libertad y paz. Así, tendríamos una política internacional digna.(O)