Tantos candidatos a la Presidencia de la República me han recordado al profesor don Eusebio Macías Suárez, personaje célebre en las décadas intermedias del siglo pasado. No había elección popular a la que no se presentara como candidato. A concejal del cantón, a diputado, a presidente. Montado en su bicicleta, era el protagonista de su propia campaña. Era pobre, entusiasta, respetuoso, escribía grafitis en las paredes. Su nombre llegó a usarse como el del eterno candidato. En algún momento fue elegido concejal del cantón. Y después del ejercicio, que entonces era gratuito, seguía siendo honrado y pobre, pero su propaganda cambió: “Eusebio hizo siete obras” ¿Cuáles fueron? Averígüelo, Vargas.

Veo en los noticiarios que hay algunas personas en quienes se nota que solo tienen afán de figurar, porque no exhiben méritos de servicio público, ni estudios sobre las ciencias del gobierno, ni virtudes especiales que no sean aquellas de haber sido designado por algún político condenado y prófugo. No se dan cuenta de que el próximo gobernante deberá tener muchas condiciones intelectuales y además moral sin tacha. El gobierno del país es extremadamente complejo, más en las actuales circunstancias. De no haber sido por la exitosa negociación de la deuda pública hecha por el ministro Richard Martínez y su equipo asesor, la situación sería ingobernable. No se requiere solo de las virtudes de un estadista, sino también de tener un grupo cohesionado y de buena fe que lo ayude a gobernar, especialmente en las finanzas y la economía. Tenemos la experiencia actual. El presidente Moreno no tiene los conocimientos y las relaciones que sí tienen algunos de sus asesores. El mismo F. D. Roosevelt, con toda su preparación, tuvo que recurrir a expertos para solucionar la gran crisis de los años 30 del siglo pasado y convertir a su país en el rico Estado que pudo vencer a los nazis de Hitler.

Nosotros tenemos la obligación de elegir a una persona que presente el mejor equipo de gobierno, y los candidatos están obligados a decirnos quiénes lo forman, porque hay expertos ladrones y de mala fe. No caigamos en el error de votar por el más guapo o el que más grita. Debemos estar hartos de los demagogos. Veo que algunos candidatos se llenan de lugares comunes, de frases lavadas, que prometen cosas que saben son imposibles de cumplir. Debemos oponer la democracia a la oclocracia, el gobierno de la plebe. Las sociedades aspiran a ser gobernadas por los mejores. Tomo la idea de los conceptos de Rousseau, quien considera que el mejor gobierno es la aristocracia electiva. No es que este columnista sea un aristócrata, tamaña insensatez. Pero lo escribo para que seamos conscientes de que no debemos elegir a cualquier ambicioso de figuración y de poder propios del gobierno. Los honores a los altos magistrados son emocionantes, pero hay que merecerlos.

Escribo para los jóvenes. Es una deformación profesional porque fui profesor durante 46 años. Ellos elegirán al próximo presidente. Votemos por el candidato que tenga la mejor formación y el mejor equipo de gobierno. Los aspirantes deben hacernos conocer con quiénes van a gobernar. (O)