Para exigir derechos es necesario cumplir deberes. La trampa política del populismo está en la captura de los derechos humanos como un instrumento para crear una sociedad pasiva, que exige derechos olvidando que estos derechos son viables a través del cumplimiento de deberes fundamentales. Deberes que construyen dignidad y libertad a partir del ejercicio de una ciudadanía activa para crear crecimiento y bienestar.

Una trampa que hoy vive el Estado desde la escasez, ante su imposibilidad de garantizar condiciones mínimas de bienestar social; y la sociedad, desde su posición delegativa al Estado para construir un progreso que no llega, poniendo a prueba la vigencia de los derechos humanos, entendidos como estándares fundamentales de garantía para una prosperidad sostenible.

La prosperidad no se delega, se construye a través de una sociedad que cumpla sus deberes fundamentales: aprender, crear, producir, colaborar poniendo en el centro al ser humano: su dignidad, su integridad, su libertad, para estimular un progreso que se mide a través de la capacidad de construir consensos desde de la verdad y la transparencia; sin caer en los vicios del engaño y la manipulación ciudadana. De una ciudadanía autónoma que evolucione del derecho a la protesta hacia el deber de la propuesta, maximizando la capacidad dialógica, igualitaria y tolerante de una democracia de calidad y su centralidad social.

Ejercer el deber de proponer soluciones a las necesidades sociales que nos apremian requiere un compromiso intersectorial, donde el liderazgo del sector privado proponga con mayor precisión y efectividad planes de acción en torno a cuatro factores de crecimiento: productividad e innovación, inclusión social y diversidad, cambio climático y sostenibilidad y capacidad institucional y Estado de derecho. Cuatro frentes que nos abren oportunidades concretas de financiamiento privado y multilateral, tanto regional como global, y que son condiciones exigibles para movilizar recursos y estimular la inversión.

Desde la dimensión pública, nos queda la clara lección de enfocar esfuerzos en crear instituciones con capacidad técnica y alta especialización para la prestación efectiva de servicios públicos críticos para el desarrollo social: salud y educación; así como para la creación de un marco regulatorio eficiente, que estimule el desarrollo del sector privado en torno a la transformación digital del comercio y la integración hacia mercados de mayor escala.

Proteger, respetar y garantizar el equilibrio entre cumplir deberes y exigir derechos implica un intercambio justo de beneficios para crear bienestar. Al armonizar el crecimiento económico con los estándares de los derechos fundamentales creamos las bases de un modelo de desarrollo a largo plazo; que determina la sostenibilidad de una economía equitativa, inclusiva y sustentable; que exige integrar una cultura de mejora continua de nuestro desempeño como ciudadanos, para lograr que cada esfuerzo y dólar invertido tenga un impacto social en nuestro crecimiento. Una sociedad activa y responsable no delega sus deberes, construye su progreso y vive sus derechos. (O)