Por Carlos E. Velasco, Amado X. Freire, Guillermo E. Umpiérrez y Carlos L. Arteaga *

Esta opinión es en respuesta a la información que aparece en redes sociales para convencer a la población de que no se vacune para prevenir el COVID-19.

A principios de la pandemia Guayaquil vivió momentos desesperantes cuando los muertos se apilaban, con la mayoría de los dirigentes políticos huyendo de la enfermedad. Mientras tanto, el virus continúa su paso. Es alarmante que el porcentaje de positividad del virus en Ecuador haya aumentado de 19% a 21%, sumando presión en los sistemas médicos que empiezan a fatigarse.

La forma más factible de volver a la normalidad es inmunizando a la población con vacunas para prevenir la enfermedad. La comunidad científica logró un increíble triunfo al estudiar vacunas y demostrar su eficacia en tan corto tiempo. Hay más de 70 vacunas para COVID-19 en estudio. De ellas, hay tres muy prometedoras, dada la calidad científica de los estudios usados para demostrar su eficacia y las instituciones que han participado en la investigación, incluidas instituciones de los autores de este artículo. Ellas han sido estudiadas con metodología científica rigurosa para proveer una respuesta clara de la eficacia de la vacuna, así como su seguridad y la probabilidad de efectos indeseables relacionados con la vacuna. Ellas son las de Pfizer, Moderna y Oxford-Astra Zeneca.

La primera vacuna para el COVID-19 aprobada en USA fue la de Pfizer, que se comenzó a administrar al personal de los hospitales en forma voluntaria. La respuesta de la comunidad médica ha sido abrumadora, con la mayoría recibiendo vacunación, incluidos los autores de este artículo.

Hemos visto con preocupación cómo autodenominados expertos aparecen con comentarios ridículos sobre las vacunas para el COVID-19, incluidas nociones excéntricas tales como que la vacuna incluye un microprocesador que controlaría a la persona que la ha recibido, o cambiaría su perfil genético. Esos comentarios son una locura, quizá como los que se hubieran oído en las épocas más oscuras de la Edad Media. La diferencia actual es que el internet les ha proveído de una plataforma fácilmente accesible, a la que se puede llegar aún sin tener las credenciales necesarias para proveer una opinión válida.

En la historia de la humanidad no ha habido antes una vacuna que se haya estudiado tan rigurosamente antes de haber comenzado su uso a nivel clínico. En el transcurso de nuestras vidas hemos recibido diferentes vacunas. Inicialmente, ninguna de esas vacunas fue estudiada tan profundamente y en tantos voluntarios como las tres vacunas mencionadas. No creemos que nadie tenga la paciencia para vivir con las restricciones actuales o que haya una economía que pueda sostenerse indefinidamente. Por lo tanto, las vacunas se ofrecen como la puerta de salida más eficaz.

Ciertamente los retos de esta pandemia no han acabado. El virus está mutando y el hacerlo puede cambiar su apariencia de tal forma que las vacunas actuales podrían ser menos efectivas, a pesar de que no hay indicio de esto.

Para volver a una semblanza de normalidad se requiere la vacunación de un porcentaje grande de la población para que el virus no encuentre a quien más contaminar, la llamada inmunidad comunitaria o de rebaño.

Se necesita la participación de todos para lograr sobrevivir esta crisis y esto requiere un alto sentido de responsabilidad social. De esta tragedia solo nos va a rescatar la ciencia y hasta ahora su mejor producto es la vacuna.

*Dr. Carlos E. Velasco, Baylor University Medical Center y Texas A&M College of Medicine, Dallas, Texas, USA; Dr. Amado X. Freire, University of Tennessee Health Science Center, Memphis, Tennessee, USA; Dr. Guillermo E. Umpiérrez, Emory University, Atlanta, Georgia, USA; Dr. Carlos L. Arteaga, University of Texas Southwestern Simmons Cancer Center, Dallas, Texas, USA.