Es el partido más importante de la historia del fútbol colombiano. Más: la cita cumbre del deporte de ese país, por encima del ciclismo, de todo. Esto, sin menoscabo de otras disciplinas. Pero, ¿Brasil-Colombia por el pase a semifinales del mundo...? ¿En fútbol...? Nooooo, nada es comparable a esto. De modo que hoy, 4 de julio, puede darse un hito. Lo sabremos al atardecer.

No es necesario puntualizar que sería una proeza para el país de García Márquez eliminar a Brasil, el pentacampeón mundial, en su casa... No existe prueba más dura. Que Brasil no está bien... que depende solo de Neymar... que contrató una psicóloga de apuro para frenar la “choradeira” (lloradera)... que no tiene mediocampo... que si el ‘9’ de Brasil es Fred mejor nos dedicamos a otra cosa... Puede ser. Igual va a ser el partido más tenso, duro y dramático de Colombia en este torneo; y en sus 80 años de fútbol.

Si gana será un segundo Maracanazo. Y deberán comprar mañana todos los diarios, y guardarlos para los hijos y nietos... Y poner fotos de este equipo en las paredes de la sala... Y decretar para siempre feriado nacional los 4 de julio.

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Tiene todo para ganarlo, eso sí: los jugadores, el técnico, la ilusión, el envión anímico, la fuerza mental... Y el fútbol. Brasil junta las monedas de su juego y no le alcanza para el bus; a Colombia le da para una limusina.

Y no sería injusto. Colombia es el único que pasó los octavos con holgura, autoridad y brillo. Brasil no ha convencido desde el mismo partido inaugural, cuando Nishimura salió en su auxilio. Colombia.

Jugar bien para ganar, ese debe ser el pensamiento cafetero. Y conociendo un poquitito a José Pekerman, seguramente será su mensaje.

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Cuando se piensa al revés (“prefiero jugar mal y ganar”), generalmente se pierde. Cuadrado dio una nota al diario Olé, y dijo la frase perfecta: “Con Brasil no tenemos que traicionarnos”. Debe ser la idea madre: ser Colombia, tener noción del desafío, asumirlo con seriedad suprema, dejar el alma, pero sin entregar las banderas que lo trajeron hasta aquí. Si lo logra, no tiene pierde.

Colombia se mira al espejo y se nota parecido al Brasil de otras épocas. Brasil no se reconoce.

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Es una gran ventaja, no debe desaprovecharla. “No estamos aquí para dar espectáculo, sino para ganar”, dijo Neymar. Y agregó: “Con medio a cero estará bien”. Ambas frases revelan la escasez de juego de Brasil.

Hay más. Colombia tiene el crack (James Rodríguez), Brasil también (Neymar), pero los de José Pekerman pueden presumir de un caudillo (Mario Yepes) y de un atrevido (Juan Cuadrado), los de Scolari no.

El seleccionador brasileño lamentará, estamos convencidos, la ausencia de Luiz Gustavo, una guadaña en el mediocampo que corta y entrega, un ordenado que no hace una de más, acaso el mejor verdeamarillo después de Neymar.

Colombia, en cambio, contará con una eficiente dupla de remadores en el medio (Sánchez y Aguilar), indispensables para la buena salud del resto del equipo. Ellos corren, obstruyen, presionan y recuperan cantidades de balones.

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“Nunca vi a un equipo llorar tanto como Brasil”, dijo anteanoche Fabio Cannavaro en SporTV. La frase tiene valor, proviene de un capitán campeón del mundo. No lo vemos a Yepes llorando como Magdalena. También eso puede aprovechar Colombia, el liderazgo indiscutible de su cacique.

Es la hora de la gloria, Colombia.

Por qué Colombia sí. Mucha gente de Ecuador escribe en los medios y se pregunta “por qué Colombia puede llegar a estas instancias y Ecuador no”... “Por qué Chile sí y nosotros no”... Se quejan de “conformismo”, de “por qué no se salió a atacar a fondo a Francia”... De “roscas”, de ineptitud del técnico y otras hierbas. La realidad, como siempre, es bastante más simple: porque no tiene esos jugadores. No hay un James Rodríguez ecuatoriano, falta un Ospina (arquero excepcional), un Yepes, un Cuadrado, delanteros como Teo Gutiérrez, Jackson Martínez (y eso que le faltaron Falcao y Bacca, grandes goleadores en Europa)... Lo mismo la riqueza de figuras que tiene hoy Chile. No es cuestión de valentía ni de decidirse a ser campeón, hay que tener el material.

Una broma. Luiz Felipe Scolari, centro de muchas críticas de la prensa brasileña (“Está totalmente desorientado, no organiza una práctica en serio, no hace un cambio”, dicen), se defiende con declaraciones. Y dijo sin ruborizarse que “la FIFA no está dispuesta a ver a Brasil hexacampeón”. Fabio Capello, aún técnico de la insulsa Rusia, respondió: “Esa es una buena broma”. Brasil ha sido desde siempre el mimado del establishment.

Otro europeo para Argentina. Un europeo (el español Velasco), dirigirá Brasil-Colombia, en tanto un sudamericano (el argentino Pitana) controlará Francia-Alemania. Pero a Argentina le tocará otra vez un europeo cuando debe enfrentar a una selección de ese continente: el italiano Nicola Rizzoli. No parece justo.

En el juego ante Suiza dirigió el sueco Eriksson, que dio 5 minutos de alargue en el segundo suplementario, algo insólito, adicionó el 33,33% del tiempo reglamentario. Como si se recuperaran 15 minutos en cada tiempo de 45. Y en el minuto 125 casi empató Suiza en la jugada que pegó el balón en el palo. No había motivos para jugar 20 minutos el tiempo extra.

Un índice muy particular. El Índice Castrol de la FIFA, que mide el rendimiento de los jugadores y por el cual surgirá el mejor jugador del torneo, es encabezado hasta hoy por el discreto zaguero brasileño David Luiz. Parece un chiste. El belga Jan Vertonghen, pobre lateral izquierdo, está quinto; el croata Perisic 8º; el zaguero suizo Djourou 9º. Y Messi figura 11º. Al lado nuestro, en el Centro de Prensa, un periodista se preguntaba: “¿Quién hizo este ranking... un mecánico...?”.