Matt Hummels definió el Alemania 1 - Francia 0, y Thiago Silva y David Luiz el Brasil 2 - Colombia 1. Los goles definitorios, a cargo de zagueros centro, tal es el fútbol de sorprendente. Al llegar a su cuello de botella, el Mundial pone una vez más a los grandes, a los mundialistas de siempre arriba.

El sueño de Colombia se acabó en Fortaleza. Más que contra un gran equipo, chocó de frente con la tradición, con la estirpe. Este es el Brasil más chiquitito de la historia, el más desteñido, pero le alcanzó con la chapa, con la condición de local, con el zumbido atronador de su gente en las tribunas, con un rodillazo de Thiago Silva y un magnífico tiro libre de David Luiz.

Un error individual, que nunca falta en un juego tan dinámico, le permitió a la Verdeamarilla abrir el marcador y dejar conmocionado a Colombia. Córner desde la izquierda, la pelota los pasa a todos, Carlos Sánchez la mira y la mira sin atinar a sacarla y por detrás suyo aparece Thiago Silva, que sigue la jugada y con la rodilla, con lo que sea, hace red. Un gol decisivo psicológicamente para uno y otro bando.

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Desde ese instante entró Colombia en un estado de nerviosismo y turbación del que no pudo recuperarse, como si hubiese pensado que no le quedaba tiempo para empatar, y comenzó a hacer todo desesperadamente, discutiendo el partido en lugar de pensarlo, rabiando en cada jugada. En contrapartida, sin desarrollar un fútbol atildado ni ponderable, Brasil tuvo su mejor producción del torneo, pudiendo aumentar el marcador dos veces Hulk con sendos zurdazos que sacó ese fenómeno que es David Ospina.

Fue un choque de un voltaje emocional límite, propio del fútbol actual. ¡Suena tan cómico cuando los hinchas piden a los futbolistas que corran, que pongan ganas…! Se deja la vida en cada choque. A quien no lo hace, el rival lo pasa por encima. Cada acción conlleva el máximo esfuerzo físico y mental, los partidos son titánicos, por eso si un futbolista no está 11 puntos no puede entrar a la cancha.

Fue un lance de muchas protestas, justamente a causa de lo pasional que se hizo, y vale congratular al juez español Carlos Velasco. Todas sus decisiones importantes fueron impecables. Tal vez debió amonestar a Fernandinho en el primer tiempo por reiteración de faltas; acaso fue demasiado severo con Thiago Silva, amonestado por una levísima obstrucción a Ospina en un saque, que lo deja sin la semifinal; y seguro debió sacar amarilla a Zúñiga por el fuerte rodillazo a Neymar en la espalda. Fuera de eso, acertó en todo. No es fácil dirigir un partido así, cada jugador lleva una carga emocional de cien mil voltios.

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Brasil está en semifinal por méritos propios. Sin brillo, a miles de kilómetros del juego que lo hizo célebre, pero se ganó el derecho de dirimir la semifinal frente a Alemania. ¡Qué choque…!

* POR CLASE Y CARÁCTER. Asistir a un Francia-Alemania, por cuartos de final de un Mundial y en Maracaná, siempre es un experiencia enriquecedora, aunque el periodista tenga muchas Copas en el currículum. Escuchar La Marsellesa en un estadio colmado, con este marco, es una vivencia inolvidable. Da la impresión de que, con ese himno, Francia empieza ganando 1 a 0. Es de una belleza sublime, contagiante.

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Sin embargo, otra vez, como en el ’82 y el ’86, Alemania le puso el pecho y lo paró a Francia. No es muy musical Alemania, pero tiene el carácter, la inteligencia y la practicidad perfectas para sacar adelante estas instancias. También de una falla individual nació el gol de la victoria germana. Pogba (más habilidoso que cerebral, y esto ya lo define), hizo una falta tontísima e innecesaria a 45 metros de su arco: lo empujó a Ozil desde atrás; un empujoncito leve, justo como para que el juez Pitana (también muy buena labor) sancionara tiro libre. Excelente cobro de Kroos a la cabeza de Hummels, y el hoy mejor zaguero del mundo, anticipando a Varane, metió el testazo hacia atrás vulnerando al buen portero Lloris.

Alemania no atacó más, aunque fue suficiente. Francia insistió una y otra vez, generó cierto peligro, pero chocó contra ese monstruo del arco llamado Manuel Neuer, cuyo grado de concentración es extraordinario, está tan metido en el juego que se anticipa uno o dos segundos a todas las jugadas, parece imposible sorprenderlo, o vencerlo. Seguro ya están trazando en Alemania un paralelo con Sepp Maier.

Los futbolistas alemanes tienen una virtud que no apreciamos en otros: la versatilidad. Los defensores también juegan, y los delanteros, además, marcan. Los defensas no revientan la pelota, y lo atacantes no dejan de tapar la salida rival. Son valores agregados que durante los partidos, suman.

* ALGUNAS PEPITAS DE ORO. Ambos cotejos dejaron pocas moralejas colectivas, pero grandes luces individuales. Mencionamos a Neuer; debemos agregar a un atacante que en cada acción está pensando en cómo dañar al adversario: Thomas Müller. Todo su juego contiene una agresividad, una intención, un deseo de victoria extraordinarios. Disfrutamos enormemente con Benzemá, no el centrodelantero torpón, atropellador, de juego aéreo apenas; Karim es un talento superior, capaz de la maniobra más fina en el espacio más breve, y además todo lo suyo tiene olor a gol. Enhebró cuatro o cinco perlas que valían un millón de dólares cada una. Pero estuvo sólo, y para doblegar a Alemania, con uno no alcanza.

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En el Brasil-Colombia se promocionó el duelo Neymar-James. El chico de Brasil, siempre guapo para pedir la pelota y llevarla, tuvo una noche aciaga, no le salió una y además terminó en el hospital por el rodillazo de Zúñiga. En cambio James se cargó el equipo y lo llevó a intentar el milagro del empate. Jugó muchísimo, dejó todo, un crack del fútbol.

Y dos líneas finales para Mario Yepes. A los 38 años dio una exhibición de temple, de coraje, de liderazgo, de caudillismo positivo. Él y James no perdieron.