Barcelona será siempre tema de debate. Al culebrón de la alineación indebida de Sebastián Pérez, en el juego de ida ante Defensor, de Uruguay, sin verificar si estaba habilitado y la pérdida de puntos en ese partido, la autoinculpación del presidente de la FEF como coartada para reclamar la revisión de la decisión de Conmebol, la reversa que dio Francisco Egas ante la amenaza canaria de plantear judicialmente una indemnización, la sindicación de Conmebol de que el equipo guayaquileño no usó el recurso de la “inscripción provisional” y la indolencia con que la directiva tomó la diligencia de registro y habilitación del colombiano –pese a la premura del plazo–, se agrega ahora la decisión del técnico Guillermo Almada de no utilizar a Leonardo Campana, el goleador del Sudamericano Juvenil, porque le faltan tres kilos de peso.

No voy a discutir temas técnicos a diferencia del periodismo nuevaolero que da lecciones diarias sobre sistemas, tácticas, fórmulas para ganar partidos, alineaciones, contrataciones pese a no haber jugado jamás al fútbol ni haber abierto un libro de César Luis Menotti, Jorge Valdano o Ángel Cappa.

Peor voy a tratar asuntos de orden médico. Únicamente diré que más que una decisión del entrenador todo parece arrancar de quienes manejan el futuro de la joven promesa porteña y están pendientes de las ofertas que aseguran ya han llegado de España, Italia y Portugal. Campana podría llegar a ser la transferencia más alta de nuestro balompié si lo que promete se transforma en realidad, y no es cuestión de arriesgar así nomás los millones que se adivinan en ojos empresarios.

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Campana mide 1,87 metros, no tiene el físico de Ariel Nahuelpán, que parece ser el modelo con que sueña Almada, aunque no haga goles ni en un arco de fútbol americano. Luce delgado, pero no esmirriado o débil. Campana tiene bases alimenticias por razones familiares y de crianza.

Jugó nueve partidos frente a rivales duros y poco contemplativos e hizo 6 goles, con los que ganó el título de máximo artillero del Sudamericano. Con la sub-16 de Barcelona hizo 15 goles en 16 partidos. Con la sub-17, 6 tantos en 5 partidos y con la sub-18 puso en las redes 20 dianas en 19 juegos. Las cifras hablan por sí solas, con tesis más claras que los sabios de micrófono y pantalla, sin recurrir al Álgebra de Baldor.

La historia recoge ejemplos de jugadores más bajos y con menos peso que Campana que adquirieron fama como goleadores. Me viene a la mente uno que me deslumbró en la Copa del Mundo de Estados Unidos 1994: Bebeto, el socio ideal de Romario con el Brasil campeón.

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Para no viajar muy lejos, en 1935, en Unión Deportiva Valdez, de Milagro, surgió un jovencito flaco, de gran riqueza técnica, quien se ganó pronto el apodo de Maestro: Enrique Raymondi Chávez. Mencionar al Maestro me puede traer una agria recriminación de un autodenominado ‘historiador’ cuya principal característica es el odio a la historia y la descalificación del pasado, negando calidad a futbolistas a los que nunca vio en el campo de juego.

En 1940 Raymondi se encontraba en el campeón Panamá, que el 28 de julio se midió en el viejo estadio Guayaquil a Green Cross, de Chile. Aquella mañana el Maestro se consagró al marcarle tres goles al portero Soto y pasearse frente a la recia defensa de Báez y Mendoza. Frágil, pero astuto y gambeteador fue un ídolo del público guayaquileño en Norteamérica, en la selección de Guayaquil y en el combinado nacional en el Sudamericano de 1941.

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Uno de los lujos de mi memoria es mantener vigente una de las jugadas más inteligentes que vi en el viejo estadio Capwell. Raymondi pasaba con largueza los 40 años cuando en 1957 el 9 de Octubre lo presentó como titular ante Everest.

Hacía al menos cinco años de su retiro. En un momento del partido, al pie de las 18 yardas, frente al arco de Hugo Mejía, por el lado de la calle Pío Montúfar, el Maestro recibió de espaldas al arco una habilitación de Lucho Drouet, la paró con el pecho y de media vuelta sacó un zurdazo que batió el arco everiano. Fue su despedida, pues no volvió a aparecer en nuestras canchas. ¡Me olvidaba! El Maestro Raymondi pesaba 126 libras.

Carlos Alberto Raffo llegó de 28 años a Guayaquil. Se hizo conocer al marcar tres goles al Panamá en la segunda vuelta del torneo de 1954. Diez años después se retiró anotándole cuatro goles al Deportivo Quito en el estadio Modelo. Hizo más de un centenar de tantos en su dilatada carrera.

Cuando debutó en Emelec el técnico chileno Renato Panay no pensó dos veces para ponerlo a jugar después de las canasteadas que pegaba a sus rivales con la divisa del Argentina, de Quito. El Flaco Raffo Pesaba solo 127 libras, pero hacía goles de todas las formas y colores. Con Almada se habría consumido en el banco, pues empezó a subir ligeramente de peso después de los 50 años.

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El goleador de Valdez, campeón de 1953, fue un flaquito llegado de Chacarita Juniors, de donde salieron al fútbol de primera categoría sus hermanos Héctor, José y Colón: Pancho Rengifo. Sus goles llevaron a los milagreños a ser campeones de ese año y a repetir en 1954. Tenía una gran colocación y sentido de la oportunidad, pero Almada lo hubiera enviado al engorde antes de alinearlo.

En 1955 Barcelona ganó su primer título profesional y el goleador fue Enrique Cantos Guerrero, diminuto y delgado, tanto que quedó en la leyenda como Pajarito. El artillero de ese año fue Cantos con 15 goles, pese a que no llegaba al 1,60 metros y a las 120 libras. En 1960 volvió de su retiro para darle a Barcelona su primer título nacional y clasificarse goleador del torneo.

El romperredes de la Asociación de Fútbol en 1964 y 1965 fue Bolívar Merizalde. Era veloz como un rayo, dueño de una enorme habilidad para dominar el balón y para ponerlo en los cáñamos. Jovencito y delgado, nunca llegó a las 130 libras mientras fue futbolista, pero se ganó un lugar en la historia, en Patria y Emelec y en las selecciones ecuatorianas.

Jaime Iván Kaviedes es la más cercana prueba de la fragilidad de la ecuación Fútbol + Peso = Goles. El Nine, anotador histórico de los campeonatos nacionales y máximo goleador mundial de 1998, en lo físico, es lo más parecido a Leonardo Campana. Pese a su delgadez en la temporada de mayor esplendor, la de 1998, marcó 43 tantos.

El DT uruguayo Juan Ramón Silva fue el que lo hizo debutar en 1995, en Emelec. Luego de su récord universal Kaviedes pasó al Perugia, de Italia, y más tarde jugó en 15 equipos más. Sin embargo, no tuvo la disciplina necesaria para consagrarse en el balompié europeo.

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Los colegas Johnson Sáenz y Marco Perlaza me sugirieron el tema y esto es lo que recuerdo. Espero ver pronto a Leonardo Campana con titulares a todo lo ancho de la página, cuando la balanza convenza a su técnico en Barcelona de que el juvenil es un goleador de raza. (O)

 

Espero ver pronto a Leonardo Campana con titulares a todo lo ancho de la página, cuando la balanza convenza a su técnico en Barcelona de que el juvenil es un goleador de raza". Ricardo Vasconcellos R.