Si al final de la tarde recorre la avenida Isidro Ayora a la altura de Samanes 4, en el norte de la ciudad, encontrará que en el ambiente se puede percibir fácilmente el delicioso olor de carnes a la parrilla. En esta zona hay no menos de veinte lugares especializados en comidas al carbón de todo tipo, se pueden comer hamburguesas, costillas, pollos, pescados y hasta mariscos, todos cocinados sobre las brasas.

Ya en la noche, estas calles se convierten en una especie de feria de parrillas y donde los negocios compiten por atraer a los clientes que circulan en frente de sus locales. Los vecinos del barrio caminan, otros llegan en sus vehículos y algunos que ya conocen su restaurante favorito, hacen sus pedidos a domicilio. El movimiento es intenso, hay que tener paciencia y dar un par de vueltas para encontrar un lugar para parquear.

Fue aquí en donde visité el Rincón Rústiko (ubicado en la mz. 412, villa 21), es uno de los más grandes del lugar con dos pisos a los que se accede a través de las parrillas en donde precisamente están cocinando, es decir, de entrada uno va llevando a la mesa el aroma del carbón y las carnes impregnado en la ropa y en la piel. El ambiente es bullicioso, siempre con mucha clientela y si va un fin de semana, es posible que incluso encuentre a la banda Rumba Runa animando con sus canciones, todo es parte de la experiencia.

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Empecé probando una porción de longaniza ($ 5,50), que pensé por el precio no sería muy grande, pero resultó ser suficientemente generosa como para compartir de entrada para cuatro. De excelente calidad, bien cocida pero sin perder su jugosidad fue un ideal para la espera, porque aunque se ve bastante personal y todos son muy atentos, se demoran y los platos no llegan necesariamente en el orden en que deberían.

Luego vino el bife de chorizo ($ 15) y el matambre de cerdo ($ 10), aunque tienen una buena selección de cortes importados, en ambos casos pedí productos nacionales que estuvieron de muy buena calidad. Además, se respetó el punto de cocción (término medio), el bife quedó rosado en su interior para que al cortar, salgan los jugos que alegran el paladar. El cerdo bien cocido con ese toque de puntas quemadas que solo una buena parrilla de carbón sabe dejar.

Los acompañantes, que no llegaron a tiempo sino luego de algunos minutos de insistir por ellos, fueron los moros y arroz con menestra. Dos preparaciones que aparentemente pueden sonar poco creativas y bastante repetidas en todos lados, sin embargo el nivel al que han llevado estos platos típicos de las noches guayaquileñas es importante. Los moros tienen una textura arisottada, con mucho queso derretido y una importante cantidad de mantequilla que lo hace agradablemente untuoso. 

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La menestra de fréjol tiene la sazón justa para que todos los condimentos jueguen un papel en el sabor final, pero ninguno de ellos opaque a los demás. No hay nada más desagradable que comer esas menestras en donde el comino se lleva todo el protagonismo. Otros acompañantes que pueden pedir son papas fritas o ensalada mixta.

Si visita el restaurante de Samanes, le aconsejo se programe para un baño y cambio de ropa antes de hacer cualquier otra actividad en la noche. Rincón Rústiko tiene otro local en Plaza Volare (frente a La Joya), en la avenida León Febres-Cordero, aunque no tiene mayor decoración, el humo no invade el salón y es más agradable si lo que busca es este festín carnívoro. (O)

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